Las montañas ocupan aproximadamente una cuarta parte de la superficie terrestre del planeta, albergan la mayoría de las zonas críticas para la biodiversidad y suministran agua dulce a aproximadamente la mitad de la humanidad. Las montañas, presentes en todos los continentes, comprenden numerosos ecosistemas donde se puede encontrar un gran número de especies únicas, como los leopardos de las nieves y los gorilas de montaña. Reúnen también una gran diversidad cultural entre los pueblos adaptados a los desafíos de la vida en la montaña. Sus tradiciones especiales y sus impresionantes paisajes atraen a un número cada vez mayor de turistas.
Las regiones montañosas son particularmente sensibles a la degradación causada tanto por la presión humana como por el cambio climático. La presencia de pendientes pronunciadas hace que la tala de bosques para la agricultura, el establecimiento de asentamientos o la construcción de infraestructura pueda causar una grave erosión del suelo, así como la pérdida de hábitats. La erosión y la contaminación perjudican la calidad del agua que circula por los ríos. El cambio climático supone una amenaza para la cantidad y el momento del abastecimiento de agua a granjas, ciudades, industrias y centrales eléctricas. El rápido aumento de las temperaturas está obligando a los ecosistemas y las especies de montaña, además de a los pueblos que dependen de ellos, a adaptarse o migrar.
La restauración de los ecosistemas de montaña implica tener en cuenta paisajes enteros. Las soluciones basadas en la naturaleza, que incluyen entre otros la ampliación de la cobertura forestal, permiten conservar el suelo, salvaguardar los caudales de agua y ofrecer protección contra los desastres naturales —como las avalanchas, los deslizamientos de tierra y las inundaciones—. Se pueden planificar infraestructuras como presas y carreteras con miras a evitar la fragmentación de los ríos y otros hábitats. Las técnicas agrícolas como la agrosilvicultura pueden proporcionar una mayor resistencia ante los cambiantes patrones climáticos. Los conocimientos autóctonos pueden ser un recurso fundamental para garantizar la sostenibilidad en el uso de los recursos naturales.
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